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Humanizando en la soledad

Gracia M. González, Directora del Postgrado en Humanización y atención espiritual en sociedades plurales, reflexiona sobre la humanización en la situación actual de pandemia COVID-19

Que difícil es querer estar y no poder, querer abrazar y que un traje te lo impida, querer mirar a los ojos y que unas gafas y una mascarilla no permitan ver el rostro. En las interminables horas de soledad, los profesionales sanitarios están en primera línea con toda su fuerza y sin querer perder la esperanza.

Quizá no estábamos preparados, claro que no, hasta el punto de que nunca imaginamos estar enfermos y que los nuestros no pudieran estar a nuestro lado. Si de algo han sido conscientes muchos de los que rodean a los pacientes de COVID-19, es que esta situación requiere de facilidades para que pacientes y familias puedan estar cerca, gracias a las nuevas tecnologías, y requiere de “Presencia”; curiosamente una intervención enfermera formulada desde al año 1992 en la “Nursing interventions classification” (NIC) y que consiste en permanecer junto a la persona en un momento de necesidad. Por ello creo que, aún con todas las limitaciones y dificultades, no falta cada día la humanización o, mejor dicho, la humanidad de esos miles de profesionales sanitarios que cada día arriesgan su vida por lo demás. En cada carencia del sistema, en la soledad de los pacientes en su aislamiento, en la desesperación de las familias por información, tantos testimonios que muestran el esfuerzo por llegar donde nadie más podía y por suplir las necesidades más invisibles de los pacientes.

Por ello creo que, aún con todas las limitaciones y dificultades, no falta cada día la humanización o, mejor dicho, la humanidad de esos miles de profesionales sanitarios que cada día arriesgan su vida por lo demás.                                                               

No esperábamos esta situación, este tsunami cambiante, que mientras escribo estas palabras sigue generando tanta incertidumbre por el mañana. Es probable que todo lo que estamos viviendo desemboque, inevitablemente, en un cambio en la gestión sanitaria, en el abordaje terapéutico y, en definitiva, en cómo cuidamos. Podremos analizar esta situación y plantear de cara a futuro cuestiones que favorezcan una intervención más humanizadora para los pacientes y sus familias, pero ante algo tan inesperado ha quedado constatada la gran vocación de los que estaban y de los muchos otros que se han sumado a esta batalla (alumnos, profesores, jubilados, voluntarios...), desde luego con un gran amor hacia los demás. Así que, si dudabamos sobre si humanizamos o no, creo que es una de las cosas que más claras nos ha dejado esta pandemia, junto con el valor perdido de muchas profesiones que hoy cobran su merecido lugar en la sociedad. Cuando esto pase la pregunta será, ¿quién les cuidará ahora a ellos? y ¿quién se acordará de su sufrimiento en soledad cuando vuelvan a ser invisibles?